Migraña...
Acrónimo del Tormento (Reedición...)
Mírame, tan quieta en el colchón, deseando que sean las dos o las tres. Oigo pasos que van a la cocina, reúno valor para abrir los ojos y recibir la hiriente luz de la mañana.
Infinitos golpes de martillo retumban en las paredes de mi cabeza. ¿Quién ha apretado el botón que acciona esa gran batidora? Los hemisferios de mi cerebro empiezan a temblar.
Ganar tiempo es muy difícil cuando el espacio se vuelve abismo, y entra la física en juego para llegar a la química que me va a salvar el cuello.
Ruego que mi voz sea suficiente potente para que alguien me oiga, para que alguien me ayude, y al tiempo baja, para que no duela su sonido.
Ahora me ves sentada en la cama, estoy mareada, el estómago en la boca, el día perdido, y de mis labios sólo salen gemidos. Si tomo esa pastilla náuseas en oleadas me inundan, si no la tomo muero de dolor.
Ñiquiñaque es el ayuno, que tendría que impedirme la dosis salvaje de anti-inflamatorio a la que me voy a enfrentar. Sin embargo, llorando, trago casi en seco lo único que soy capaz de asimilar.
Aovillada, tras minutos eternos buscando la postura en que no es tan evidente el tambor latente de mi masa cerebral, privada de luz y movimiento, intento calmar el llanto de la impotencia, del saberse inútil un buen rato. En la oscuridad no me ves, sólo me oyes sollozar rendida al tormento de este acrónimo maldito.
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