miércoles, 23 de abril de 2014

Rosa de Sangre...

Rosa de Sangre...


Para mi Hermana, sólo tengo esto, lo que soy... y aún a veces ni siquiera eso me sale bien.
Sólo tengo esto, y hoy es para ti.

Hace mucho tiempo, mucho, estalló una guerra cruel y sangrienta. Los Dragones, de los rincones más ocultos del mundo, fueron llamados a una batalla que nunca llegaron a entender del todo. Su honor de caballeros les empujó a los campos y a los cielos de todas partes del planeta para defender... bueno... no queda quien explique realmente lo que debían defender esos seres... de aliento sulfurado.
En aquel tiempo muchas cosas eran distintas de como son ahora. El cielo era azul intenso, casi añil, casi violeta, las nubes parecían hechas de esponjoso azúcar de feria, las manzanas de primavera eran rojo intenso y el mar transparente y sedoso, bastaba el contacto de sus aguas para cicatrizar la herida más profunda.
Las montañas eran frescas y frondosas, y los ríos estaban llenos de murmullos de hadas y seres acuáticos, que cantaban alegres al hacer sus tareas diarias.

Todo eso llegó a su fin con la guerra de los dos mundos, el humano y el draconiano.
Las armas humanas eran al principio toscas y rudas, los dragones no tenían nada que temer, ya que eran seres fuertes, con grandes poderes mágicos, inteligentes y grandes estrategas.
Pero los humanos superaban en número a los dragones, y poco a poco iban aprendiendo a luchar. Eran seres astutos y en unos años de lucha intensa acorralaron a los dragones en sus palacios ocultos, y los exterminarían sin ningún tipo de piedad.

Pronto las batallas con los humanos se volvieron intensas y equilibradas, y finalmente, son los dragones los que las perdían sin remedio. Los humanos urdíeron trampas y cuando sólo quedó un único dragón conocido fueron a su guarida y lo rodearon triunfantes.

Dicen algunos escritos que ese caballero ofreció la bandera nívea y envió un emisario alado para parlamentar con los humanos. Dicen que el emisario nunca regresó y que la carta prendió fuego al castillo del dragón. Entonces, sólo entonces, el dragón desplegó todo su poder. Del castillo salieron llamaradas inmensas de un fuego de color imposible. Un estallido insoportable de calor y ruido hizo reventar tímpanos y parar corazones. Algunos soldados quedaron petrificados y reducidos a polvo, otros perdieron la carne de sus huesos y sus esqueletos salieron corriendo hasta que los nervios dejaron de funcionar, y se fueron desperdigando poco a poco en el camino, como si Pulgarcito hubiera usado un osario para indicar el camino de vuelta a casa, en lugar de pan. De esa forma, murió el último dragón, pero también las huestes enviadas a acabar con él, y nadie supo ciertamente quién había ganado la última batalla.

Una vez que el castillo hubo consumido su último aliento, del fondo de sus cenizas, resurgió un fuerte borboteo de sangre roja, oscura y espesa, con un fuerte olor a rosas que impregnó el aire, clamando a gritos justicia. El aroma era tan denso que llegó a los pueblos más cercanos, e hizo que algunas jóvenes fueran a ver qué desprendía ese perfume.

La primera en llegar, una niña, se hizo paso entre el paisaje desolado, lágrimas surcaban sus mejillas. Y cuando sus pies rozaron el borde de lo que antes era el castillo, la sal de sus ojos fue a parar a la sangre del dragón. Unas raíces surgieron instantáneamente del suelo, y treparon por los pies de la niña, hasta su cara. Al llegar a sus ojos se transformaron en manos y acariciaron sus mejillas, secaron su llanto y llenaron su pelo de flores…

Se oyó un susurro… Rosas de Sangre para un corazón piadoso.

Aire fresco barrió las cenizas, los huesos, el desaliento.

La pequeña cerró los ojos, su vestido ligero al viento, y al abrir los ojos su pelo suelto olía a rosas, millones de pétalos a sus pies y en sus manos una Rosa. Frente a ella una alfombra roja de flores y un jardín frondoso.

Las historias las escriben los ganadores, las historias escriben quiénes son los buenos, y quiénes los malos.

Nadie sabe qué decía la carta del Dragón Rosa de Sangre, pero es posible que nadie sepa jamás el poder que tenía cada dragón… y tampoco si realmente era el último.

Nadie sabe por qué fueron a la guerra. Pero tampoco nadie está seguro de que ellos fueran los malos.


Si algo es capaz de crear algo hermoso al dejar el mundo...

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